viernes, 26 de diciembre de 2008

De la insostinible identidad entre España y la fe católica

Son multitud las ocasiones en que los aficionados y los profesionales de la Sociología se han visto confrontados con la paradoja de una España con un 80% de sus ciudadanos identificándose a sí mismos con alguna forma de religión católica, matriculando masivamente a sus hijos en las clases de religión escolar... y con unos índices de aborto nauseabundos y una crisis moral galopante enseñoreándose de todos los pliegues de la sociedad. Hay quien, instalado en la comodidad de los datos superficiales, parece complacerse en la política del avestruz y enterrar la cabeza en el suelo para no incomodarse ante la obstinada realidad que nos rodea y poder afirmar, con convicción de carbonero, que España es un país católico, que la esencia de su estar en el mundo es la fe de sus mayores o que su nación es incomprensible fuera del marco filosófico y teológico de la Iglesia.
Pero esa cobarde actitud de vivir en lo abstracto, de espaldas a la realidad, no satisface a todo el mundo. Por eso, los estudios como el publicado por el diario Público revisten una importancia capital. Se colige de él que el porcentaje de auténticos católicos españoles apenas llega al 30% (eso de “católicos no-practicantes” es una contradicción en los términos, amén de un pecaminoso desprecio hacia la acción de la Gracia, por utilizar un término que al 80% de los españoles debería resultarle familiar pues la salvación de sus almas les va en ello).
Un 30%, con todo, supondría una masa crítica de españoles lo suficientemente amplia como para conceder a la Iglesia parte de la importancia y relevancia moral que ella se atribuye a sí misma como maestra y referente moral de la sociedad; argumento sobre el que se hace reposar la relación especialísima que el Estado Español mantiene con ella (en materia de financiación y de exhibición pública de sus símbolos externos, materia de una reciente polémica) y con el Vaticano (Concordato,etc.). Sin embargo, he aquí que ese 30% está constituido esencialmente por lo que, en rigurosos términos católicos, se denominan “herejes”, es decir, individuos que no comparten los dogmas y principios fundamentales de la Sagrada Institución. Y así, en el colmo del desconcierto, el estudio nos informa que de ese 30% de católicos “pata negra”, un 15% no cree que Jesús fuera hijo de Dios o duda de ello, un 16% no cree o duda de su resurrección, y un 17%, de la virginidad de su madre.
Dice el Estudio: “Si definimos la ortodoxia católica con criterios laxos y no incluimos en ella más que los dogmas fundamentales dejando a un lado si creen o no en los milagros o en la existencia de los ángeles, aun así, sólo podríamos considerar ortodoxos a un 36% de los católicos practicantes (que en porcentaje de la población española adulta apenas llegan a un 10%). Los demás son escépticos que no creen en (o dudan de) el Dios creador, la divinidad de Jesús, su resurrección de entre los muertos, la virginidad de María o la vida del alma después de la muerte
Y si, fieles al Catecismo, incluimos en el corpus de fe toda la parafernalia de milagros y espíritus buenos y malos que ha acompañado tradicionalmente a la creencia religiosa, sólo un 22% de los católicos practicantes españoles pasarían la prueba. Lo que reduce la proporción de creyentes fieles a la tradición a tan sólo un 6% de la población española”.
¡Un 6%! A la luz de los datos, ¿se puede afirmar que España es un país católico? ¿En base a qué criterios? Porque en el momento de redactar esta información, la Conferencia Episcopal Española parece no tener nada que decir.


J.R.S.

Más información en: http://www.publico.es/espana/186215/fe/espanola/aguas

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