viernes, 10 de octubre de 2008

... A MODO DE PRESENTACIÓN.



BAKANIK
era un señorial café del Madrid republicano situado en el aristocrático barrio de Salamanca (en la calle que se llamó Héroes del Diez de Agosto, hoy, Salustiano Olózaga). Templo de la fatuidad, entre sus veladores hallaba cobijo lo más granado de la aristocracia capitalina y de provincias, de paso en la ciudad. No era un local accesible a todo el mundo: la elegancia formal y los signos externos de riqueza (guantes de cabritilla, zapatos de tafilete e Hispano-Suiza en la puerta) constituían el particular código regulador de su derecho de admisión.

En el imaginario falangista, BAKANIK ocupa un lugar privilegiado. Fue sin duda en BAKANIK donde José Antonio Primo de Rivera cayó en la cuenta del contraste entre la alegre despreocupación de sus iguales y la desesperación de los no privilegiados por la fortuna; de la distancia insondable que separaba aquel lujo de la decoración, la belleza de las damas y el snobismo de los señoritos de vida regalada del feo espectáculo de una España en decadencia que miraba de reojo desde la calle, a través de los ventanales, el espectáculo ofensivamente decadente del cálido interior de aquel local emblemático.

De BAKANIK salió una tarde José Antonio dispuesto a cambiar el mundo y a jugarse la vida en el empeño. Si alguna querencia le quedaba por aquel ambiente en el que, a fin de cuentas, se había educado y le era propio, los tiros certeros que acabaron con la prometedora existencia del joven Matías Montero lo confirmarían en su inicial resolución de ponerse al servicio de las causas más nobles, desdeñando el oropel del éxito profesional y desoyendo a quien mostraba una miope incapacidad para mirar más allá de sus alicortas ambiciones de salón. (“Pero, ¿qué necesidad tiene usted, José Antonio, de arriesgar su rango y posición en aventuras como las que se propone emprender?”)

BAKANIK marca la línea divisoria entre el José Antonio de antes y el José Antonio de ahora. Y es que, para cultivar la actitud verdaderamente aristocrática ante la existencia, cualquier sitio es bueno. Cualquiera, excepto el BAKANIK de turno y moda. Cuando se miran de cerca aquellas viejas fotos de José Antonio enfundado en un traje de etiqueta y pajarita, muy del gusto de los habituales de BAKANIK, se tiene la sensación de estar ante la viva imagen de un tigre enjaulado pugnando por respirar a pleno pulmón el aire precioso de los campesinos, de aquellos pueblos de media España que su destino le llevaría muy pronto a conocer, muy lejos de BAKANIK, reclamando maromas justicieras para el caso de llegar a faltar a su palabra empeñada en el proscenio del cine de la comarca.

Antes, en el BAKANIK, debió sufrir hasta el hastío las conversaciones estúpidas e insustanciales de los “niños bien”, las ensoñaciones de los alfonsinos, la gravedad sólo aparente de los jóvenes diputados de la CEDA, puede que las veleidades fascistoides de algún despistado que, a mayor abundamiento, se las habría ingeniado para eludir la guerra de África. Sisí, el “idolatrado hijo” de la pluma de Delibes, tenía sin duda mesa reservada en BAKANIK. Desde allí quizás acertara a ser testigo de la mutación silente del joven Marqués de Estella.

La fidelidad a BAKANIK trajo muchos problemas a José Antonio: "Un obrero –decía- después del trabajo puede irse con sus amigos a una taberna, y a mí me critican porque voy con los míos a un bar." Y más explícitamente: "Ramiro me reprocha que vaya a beber un whisky a Bakanik a las nueve y media de la noche cuando acabo la primera jornada del trabajo - decía una vez José Antonio -. ¿Es que, forzosamente, por ser Jefe de Falange, me debo encerrar en casa o irme a sentar en una taberna de los barrios bajos o en un café céntrico de currinches?"

Nosotros recuperamos hoy el nombre de BAKANIK para recordarnos que el pensamiento social y patriótico de José Antonio vino a nacer, precisamente, contrastando con las conversaciones de aquella micro-sociedad bienpensante del elitista café madrileño. Un nombre oportuno, ahora que los cuatro rincones de lo que queda de la Falange se ven atronados por las ideas de vieja derecha “de toda la vida”. Por tal motivo, el BAKANIK digital que hoy presentamos nace con vocación de incordiar al pensamiento acomodaticio de quienes toman el Nacional-sindicalismo como una molesta nota discordante en la imagen idealizada y ficticia que se han fraguado de José Antonio. Pretende mostrar también que, así como “no ser poeta está reñido con ser falangista”, también lo está esa inveterada tendencia al catastrofismo, al ascetismo extravagante, a la carencia absoluta de sentido del humor, al desprecio por la amistad humana (antes que la política), al rechazo refractario por la diversión, a la incapacidad para comportarse con ética y con estilo pero como hombres y mujeres de su tiempo… incompetencia que con harta frecuencia se aprecia hoy en los herederos del mito joseantoniano inventado por el barroquismo franquista.

Dispóngase pues el lector a tomar asiento y a saborear una buena ración de España amarga, la especialidad de esta casa, pero convenientemente aderezada con unas buenas dosis del licor del optimismo y de la esperanza (alegre y faldicorta) en un futuro mejor.

2 comentarios:

Hedillista dijo...

Felicidades por esta nueva aventura que espero sea larga y fructífera. Gracias por vuestra encomiable labor en pos de la difusión de la verdadera naturaleza del nacional-sindicalismo.

EULEON dijo...

Felicidades y muchísimo ánimo en la tarea.

A.E.