miércoles, 22 de octubre de 2008

LA "GOBERNANZA" DE UN IDIOTA.


“El mismo académico que puso a Dios en su sitio por el sencillo procedimiento de escribir su Nombre con minúscula lleva ahora a la plaza del mercado una palabra mágica para solucionar la crisis mundial: «Gobernanza».

-Generalmente, cuando las cosas graves se traducen en disertaciones académicas, es que una hecatombe se aproxima.

Eso dijo José Antonio Primo de Rivera en una conferencia en el Círculo Mercantil de Madrid en abril de 1935: «Ante una encrucijada en la historia política y económica del mundo». ¿Conque José Antonio tenemos? No lo sabe uno bien. En cuanto levantas la barbita a cualquiera de estos cursis de la gobernanza, sale el falangista que llevan dentro. Los mismos argumentos contra el capitalismo financiero y el liberalismo político que oímos en estos días pueden leerse, punto por punto, aunque más brillantemente expuestos, en aquella conferencia joseantoniana en que sobre los escombros de la antigua ciudadanía se proclama: «La democracia, hija del liberalismo, ha matado al padre.»”

Leer más en: “La gobernanza, idiota”Ignacio Ruiz Quintano (21OCT08 en ABC.es)

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COMENTARIO:

Mentar a José Antonio “a pares y nones” (esto es: reconociéndole una cierta simpatía por la personalidad literaria, intelectual, profesional o biográfica del personaje al tiempo que dictan anatemas sobre sus ideas políticas), se ha convertido en seña y marca de reconocimiento para esa pequeñísima facción intelectual de la derecha española de toda la vida. Tal el caso del veterano, por más que joven, columnista y redactor de ABC Ignacio Ruíz Quintano quien, en un reciente artículo en ese rotativo, disfrazaba con el trapo de la adulación el mellado estoque con que pretendía infligir un bajonazo en la fama del Jefe de la Falange.

Cae en la cuenta Ruíz Quintano de que muchas de las aseveraciones críticas que se hacen hoy al socaire de la crisis económica, política y financiera del orbe liberal están ya presentes, “aunque más brillantemente expuestos” (sic), en el discurso de José Antonio en el Círculo Mercantil.

¿Y bien? ¿Algo que objetar?

Lamentablemente, el estilo diletante de Ruíz Quintano nos impide adivinar su respuesta, ya que apenas acomete el cuarto párrafo cuando se va por los cerros de Úbeda, Sudáfrica y las elecciones americanas, que todo sirve para aliñar una faenita de opinión. (Lástima que en esta confusa diatriba de en aparecer el nombre de Juan Francisco Esplá.)

Yendo al fondo de la cuestión, parece hacerse eco Quintano de la asombrosa reflexión recientemente publicada por el gran politólogo español Dalmacio Negro. La culpa de lo que sucede –viene a decir- no es del mercado, ni de las entidades financieras, ni siquiera de la mentalidad capitalista. La culpa… es del Estado. Afinando un poco más: de los políticos que se alzan a las primeras instancias del Estado y desde allí impiden la libérrima acción de las leyes invisibles que velan por el frágil equilibrio de los agentes económicos en tensión agonal.

(Observemos de pasada que este argumento recuerda poderosamente al que esgrimían los intelectuales administrativos en los albores de la postmodernidad: que el problema de la modernidad es que no ha llegado a su fin y que sus efectos perversos sólo pueden disiparse con mayores dosis de modernidad.)

A los intelectuales de la talla de Don Dalmacio hay que hacerles caso siempre. Sin embargo, no es obligatorio compartir las conclusiones que se derivan de su exposición: “frente a las carencias del liberalismo, más liberalismo”. Los falangistas, al menos, pensamos que no. Entendemos la crisis sobrevenida como el resultado de una absoluta subordinación de lo político a lo económico, a la manera anglosajona. Y proclamamos que ha sonado la hora de la Política y del Estado. Si el mercado es incapaz de autorregularse, o si no encuentra una manera alternativa para garantizar el crecimiento sin explotar a los más desfavorecidos o sin poner en grave riesgo al medio ecológico, el mercado debe someterse a la voluntad colectiva que cristaliza en la forma del Estado.

“ La Gobernanza ”, en efecto, es uno de los puntos débiles de esta concepción alternativa que propugnamos. “Gobernanza” significa “buen gobierno” (no un gobierno cualquiera). Un buen Gobierno se asienta necesariamente sobre unos buenos gobernantes. Pero, ¿dónde hallaremos esos mirlos blancos? ¿Quién estará libre de las tentaciones del poder y las llamadas de la corrupción? Y, ¿cómo adivinar la inmunidad en los individuos que hemos de promover hasta el Gobierno?

A Ruíz Quintano esta cuestión parece divertirle en extremo. Y pretende acusarnos con su índice mediático. No sabe que, en lugar de ofendernos, nos honra con su ironía.

Así que puedes proclamarlo a gritos desde tu privilegiada tribuna del ABC, Quintano: nosotros, los falangistas, aún creemos en los hombres de buena fe.
J.R.

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