martes, 14 de octubre de 2008

MANIFIESTO DE “GALLOS DE MARZO” ANTE LA CRISIS DEL SISTEMA FINANCIERO.

Hay que seguir insistiendo. La profunda crisis financiera en la que nos hemos visto sumergidos ofrece una oportunidad excelente para recordar a la opinión pública que el Nacional-sindicalismo ha mantenido siempre, desde sus más remotos orígenes, una postura no ya crítica, sino revolucionaria frente al sistema capitalista.

El principal fundamento de esta crítica es de naturaleza humanista: consideramos los principios esenciales del capitalismo como gravemente lesivos de la dignidad de las personas. Rechazamos la supeditación de los planteamientos éticos -e incluso técnicos- a la doctrina de la acumulación de capital. Denunciamos la explotación del hombre por el hombre y el sacrificio del inestable equilibrio de los ecosistemas en el altar de la producción. Nos rebelamos ante las prácticas de deshumanización del trabajo; al tiempo que proclamamos los efectos perversos sobre la salud, física y espiritual, de los individuos y de la sociedad, del dogma de la productividad sin límite. Ponemos en evidencia la pantomima del sistema político liberal que sirve de coartada al mundo de los negocios y acepta como inevitables las odiosas restricciones a que somete el bien común. Proclamamos las aporías de la mundialización de la economía y exigimos que se permita la expresión de alternativas. Revaluamos, en fin, las funciones de lo político y del Estado, ésas de las que los banqueros, empresarios y especuladores no hacen uso sino en las horas de las vacas flacas.

Los auténticos nacional-sindicalistas deben encarar este momento histórico como una oportunidad revolucionaria. Pero deben guardarse escrupulosamente de incurrir en los errores del pasado. En concreto: de tornar estéril la ocasión sepultando la tensión viva de los acontecimientos bajo centenares de metros cúbicos de poesía, demagogia, ignorancia y posibilismo. No: la tarea pasa hoy por comprender las razones de la crisis financiera y hacer un esfuerzo pedagógico por transmitir a la sociedad sus contradicciones de fondo.

Lo que estamos presenciando no es otra cosa que el resultado de una ecuación malévola: cómo conseguir que la gente siga consumiendo (Ley básica del sistema capitalista) sin necesidad de subirles los salarios (según el principio también capitalista que proclama que a menores gastos salariales, mayores beneficios para los propietarios). La solución hallada fue: suplir la carencia de efectivo con préstamos a interés. Así, de paso, se acrecienta el negocio de las instituciones bancarias.


En este planteamiento se oculta ya una dinámica perversa, que teóricos como Karl Marx habían denominado como "la ley de bronce del asalariado": el volumen óptimo de ingresos de los trabajadores debe situarse en el mismo margen de subsistencia. En oras palabras: trabajar para comer y poco más.

Pero hay más. La avaricia insita en el sistema ha llevado a la explotación de este recurso por dos vías: las del sobreendeudamiento y las "hipotecas basura". Cuando éstas últimas entraron en crisis se desató el efecto dominó cuyas consecuencias son las que hoy estamos padeciendo.
Ahora se apela al Estado para salvar la situación. Sin sonrojo, a pesar de que esa petición de auxilio implique el fracaso de la cosmovisión economicista hegemónica. Y el Estado, naturalmente, debe acudir al rescate de la situación, so pena de desencadenar consecuencias de mayor gravedad.


Pero el Estado, o mejor expresado, el dinero del Estado que ahora se solicita y se acepta a manos llenas, es dinero de todos los ciudadanos. Y debe ser el movimiento ciudadano, la sociedad civil, quien imponga condiciones a la gigantesca operación de rescate que va a ser necesario afrontar. Porque no es legítimo pretender que el Estado asuma las consecuencias del fracaso del modelo para que éste continúe su loca cabalgada a ninguna parte y desemboque, en cualquier momento, en una nueva crisis. Por eso, es en la exigencia de unas condiciones económicas y sociales para proceder al rescate donde los nacional-sindicalistas tienen algo que decir.

Es necesario aprovechar la conyuntura de quiebra del sistema para exigir las siguientes contrapartidas:

- La economía de mercado debe evolucionar hacia un nuevo modelo donde el bienestar de todas las personas se erija en el supremo objetivo a perseguir. Han de ponerse fin a la imparable tendencia de deshumanización actual del trabajo.

- La economía de mercado debe incorporar variables éticas al principio de la competitividad. Para vender en Europa es necesario producir en Europa, a precios del mercado de trabajo europeo y con estricta observancia del marco de beneficios sociales que generaciones de trabajadores europeos han ido construyendo a través de la historia.

- La economía de mercado debe quedar al margen de una serie de sectores considerados estratégicos para el bien de la comunidad: vivienda, sanidad, educación, etc. El Estado deberá articular mecanismos para introducir en los ámbitos estratégicos las mejores prácticas relacionadas con la gestión privada pero sin entregar estos sectores a la lógica del dividendo y la acumulación de capitales.

- La economía de mercado debe aceptar sus responsabilidades en la preservación y recuperación del medio ambiente y revertir parte de sus beneficios en el bien común, especialmente en la promoción de los sectores más desfavorecidos.

- La economía de mercado debe quedar supeditada a los grandes proyectos del Estado, erigido en garante de estos principios fundamentales. El fracaso de sus principios teóricos reclama el retorno de lo político (de la decisión soberana orientada a fines comunitarios) al centro del sistema.

Estas son las condiciones. No son materia negociable. Los sistemas económico y financiero son muy libres de aceptar o rechazar estas exigencias ciudadanas. Si las contrapartidas no son de su interés, pueden buscar refinanciación en otro sitio. PERO EN NUESTROS IMPUESTOS, NO.

Se acabó besar la mano del tirano. Es tiempo de hacer Política. La hora de la libertad ha sonado.

GALLOS DE MARZO.
http://www.espacioblog.com/gallos-de-marzo

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