lunes, 3 de noviembre de 2008

DEMASIADO TARDE, PRINCESA. (DIGO… REINA).

De acuerdo: incluso los falangistas debemos hacernos eco de la polémica suscitada por las declaraciones de Sofía de Grecia a la periodista Pilar Urbano. Pero no resultará difícil, a pesar de cuanto se lleva dicho hasta el momento, hallar todavía algo original que aportar.

Sofía de Grecia es un icono máximo del cinismo. Sus declaraciones, hoy, no resultan sino un recurso para la controversia inútil. “Ahora es demasiado tarde, Princesa”, que cantaría Joaquín Sabina: si deseabas hacer un servicio a tus íntimas convicciones políticas y religiosas, Sofía, deberías haber hablado mucho tiempo atrás, cuando la nueva mentalidad “progre” aún no se había hecho con el monopolio de las conciencias, cuando cuestiones trascendentales como el aborto eran todavía objeto de debate en la calle. Demasiado tarde. Estas confesiones nos llegan con el tufo pestilente e inconfundible de tu mala conciencia, pero sirven apenas como carnaza para rellenar páginas de periódicos y espacios interpublicitarios de televisión.

Con cada visita, con cada sonrisita, con cada giro de muñeca saludando al personal desde tu lujoso coche oficial, Sofía, has contribuido poderosamente a transmitir una sensación de normalidad y respetabilidad institucional a lo que –para tu declarado sistema moral de ideas- constituía una grave desorientación de la sociedad española. ¡Cómo puedes ser tan cínica, Reina! Estas mismas declaraciones, pero pronunciadas quince años o veinte años atrás, hubieran resultado capitales. Ahora ya dan igual. Tú lo sabes, y has calculado el momento de tu descarga de corazón para cuando fuera demasiado tarde. Te has equivocado, tan sólo, en valorar el verdadero poder del lobby homosexual. Te van a crujir. De ahí tu cara desencajada, no porque te perturbe saber que, realizadas en tiempo y forma, tus mismas palabras podrían haber evitado no ya el aborto –sobre el que hay mucho que hablar-, pero sí al menos esa alegría y desparpajo con el que la sociedad acepta y anima el “aborto industrial”, indiscriminado y voluminoso, que nos asola hoy como una plaga moral.

Lo lamentamos, Sofía: te corresponde una buena dosis de responsabilidad en esta carnicería. Podrías haber estado a la altura de tu fe y de tus convicciones. Pero has preferido las mieles y el lujo de tu posición y las ventajas de llevarte bien con todo el mundo. Tú sabrás qué has ganado y qué has perdido. Pero haz el favor de enjuagar tu ropa sucia (asquerosa) en otro sitio. Demasiado tarde, Reina. Ahora no nos des la “brasa” con tu mala conciencia de buena católica paciente y callada. Vete a confesar, y que tu buen Dios te perdone (si es que quiere).

J.R.

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