martes, 4 de noviembre de 2008

QUERELLA CONTRA CARRILLO Y LARGO CABALLERO. POR PARACUELLOS Y POR EL ASESINATO DE JOSÉ ANTONIO

¿Se empeñan en desenterrar el hacha enterrada por todos (eso parecía) en la Transición? ¿Pretende el juez Garzón procesar, entre otros, a Francisco Franco Bahamonde? Pues bien –se ha dicho un particular afincado en Madrid y que permanece en el anonimato–, que no se quede ahí la cosa. Existen, entre miles de otros crímenes, los dos hechos más emblemáticos sucedidos en el bando nacional: el genocidio de Paracuellos de Jarama y el asesinato de José Antonio Primo de Rivera. ¿Por qué no presentar, pues, una querella contra dirigentes republicanos como el dirigente del PSOE Francisco Largo Caballero y el de las Juventudes Comunistas, el todavía vivo Santiago Carrillo?

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COMENTARIO:

Se trata de una simple anécdota. Un ciudadano anónimo presenta sendas querellas criminales contra dirigentes del Frente Popular presuntamente implicados, el uno, en el asesinato de José Antonio; en la matanza de Paracuellos, el otro.

Cada uno es libre de reclamar a la Justicia lo que estime se le adeuda, pero mucho nos tememos que la solicitud de este ciudadano para que se juzgue “post morten” al dirigente socialista va a restar interés mediático a la verdadera cuestión de fondo: la oportunidad de hacerlo en la persona de Santiago Carrillo, cuyos indicios de culpabilidad son numerosos.

Carrillo es el “tapado” de la opera bufa que pretende representar el juez Garzón (“uno de los nuestros”, como gustaba presentarlo en los mítines del PSOE José Bono todavía en época de Felipe González.) Puestos a hacer Justicia, en este anciano tiene Garzón un sospechoso de crímenes contra la humanidad. Muy cerca, vivo y localizable en una importante cadena de radio desde la que ahora ejerce de hombre ponderado, sabio, casi un humanista, olvidada ya su antigua amistad con el dictador Ceaucescu.

Pero Garzón no busca hacer Justicia, sino cobrar venganza. Su pretensión es que todos los abusos, todas las arbitrariedades y todos los crímenes perpetrados en España desde 1936 hasta mediados de los 50 (hasta ahí: no sea que vaya a tener que inculpar al entonces Príncipe o a cualquier otra vaca sagrada de la pre-transición, como Torcuato F-M o Suárez) puedan achacarse a un solo bando. Y eso atenta contra la verdad histórica, al tiempo que ofende la memoria de los millares de víctimas “paseadas” en la España del Frente Popular por el sólo hábito de usar corbata o abatidas en el mismo frente por el Comisariado del PCE, por hacerse sospechosos de heterodoxia con la fe del partido.

Se aprovecha el juez Garzón de la vergüenza que los dirigentes de la derecha parecen mostrar hacia sus muertos. Y ese complejo le deja el camino expedito para su represalia histórica. Falta saber la reacción de quienes, como en el bando republicano, en el nacional tienen a sus muertos en cunetas.

Pero falta sobre todo el pronunciamiento de gentes que, como nosotros, superado ya el trauma de la Guerra Civil, proclamamos nuestra oposición a la manipulación histórica y al falseamiento de los datos, de los hechos y de los testimonios a favor de una reconstrucción de lo acontecido al gusto sesgado de unos pocos.

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