martes, 4 de noviembre de 2008

“NI PEDIR, NI REHUSAR"


En la República Democrática del Congo (RDC), la ofensiva de los rebeldes de etnia tutsi del Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo se iniciaba el pasado 28 de octubre con el resultado de una masiva huida de refugiados y soldados gubernamentales, que dejaban abandonado el campamento militar de Rumangambo, cuartel general de los guardas de la reserva nacional de Virunga, que alberga a casi un tercio de los gorilas de montaña que sobreviven en África, e iniciando el asedio de Goma, la capital regional, ciudad estratégica por su proximidad a la frontera con Ruanda y por ser la capital de una de las regiones más ricas del planeta en minerales como el COLTÁN, principal riqueza del país, codiciado por su escasez y por ser esencial para la telefonía móvil.

Las tropas de la ONU eran la única fuerza que se interponían en su avance hacia Goma, protegiendo las columnas de refugiados, siendo atacados con cohetes dos de sus blindados, agresión que fue repelida con helicópteros de ataque. Aun así, cientos de personas atacaron sus cuarteles en Goma y Kinshasa acusándolos de no protegerlos de la guerrilla.

En este escenario, el general de división español Vicente Díaz de Villegas que en septiembre había recibido el nombramiento de comandante de la Misión de la ONU en República Democrática del Congo (MONUC), presentaba su dimisión "por motivos personales" tan sólo siete semanas después de asumir el cargo, siendo sustituido por el general ghanés Ishmeel Ben Quartey , que ocupará el cargo de comandante en funciones.

Independientemente de la citada versión oficial, Una fuente diplomática en Kinshasa, que pidió que no se revelara su identidad, dijo hoy a Efe que el general Díaz de Villegas considera que la ONU "no tiene los medios para enfrentarse a un claro deterioro de la situación en el este de la RDC".

La decisión del general Villegas, ha levantado ampollas tanto en los medios internacionales relacionados con ONU, como entre sus mismos compañeros que ven de esta forma cernir sobre ellos la amenaza de un veto a cualquier futuro mando internacional para los miembros de nuestro ejército.

Posiblemente las causas que han motivado la renuncia del oficial español estén más que justificadas, ante la tesitura de afrontar la misión de proteger con una fuerza igual a la desplegada en Kosovo, un territorio veintitrés veces mayor. Un heterogéneo contingente de 17.000 hombres marcado por continuas acusaciones de abusos sexuales e incluso de venta de armas al Frente Nacionalista e Integracionista a cambio de oro procedente de yacimientos de la región, por parte de cientos de sus miembros, según señala una reciente investigación interna de Naciones Unidas. Dichas acusaciones, ponen de nuevo de manifiesto la inoperatividad de una organización caduca, en la que subsisten figuras anacrónicas como el veto por parte de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, y en la que tienen cabida todo tipo de gobiernos dictatoriales y corruptos.

La imagen de los paracaidistas belgas rasgando con sus machetes las boinas azules de la ONU, a su regreso en 1994 de la misión en la cual se les obligó a contemplar impotentes el genocidio y en la que dejaron 11 camaradas masacrados, despierta como un fantasma en la mente de cualquier militar que sabe de la impotencia de servir en esta organización,

Pero, el viejo verso de Calderón, la mejor definición en prosa o verso de la milicia, dice:
“Aquí la más principal hazaña es obedecer,
y el modo como ha de ser
es ni pedir ni rehusar”

“Por encima de todo está la misión”, dice otra consigna, y pegar la espantada por muchas razones que se tengan, cuando el enemigo está a las puertas, no es sino un baldón para tu bandera y sus armas. Máxime cuando aun suenan en los oídos de nuestros soldados los cacareos de sus abandonados camaradas, con que fueron despedidos tras la vergonzosa retirada impuesta de Irak.


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